Aunque en principio no lo parezca, parece ser una buena forma de sobrevivir. No sólo porque reduce la posibilidad de que estallen conflictos entre las personas, sino porque protege los lazos afectivos y mantiene la cohesión: en la pareja, la familia y la sociedad.
Por eso “hacerse el tonto” es un recurso de uso universal. Todas las sociedades, históricamente, lo han empleado y lo emplean aunque en distinto grado. En las más avanzadas, como las nórdicas -Suecia, Noruega o Finlandia-, es una conducta más sutil o en franca extinción.
En Europa o Estados Unidos, en cambio, todavía están en la etapa de combatirla con normativas para transparentar lo que opina cada cual, sin temor a represalias. Y en América Latina y el resto del tercer mundo, con sociedades más jerarquizadas y paternalistas es algo a lo que se echa mano de manera habitual. Esto, porque son pocos los que se arriesgarían a decir lo que piensan ante un jefe o a discrepar y mostrarse contrarios a lo que opina la mayoría.
Por eso, algo tan extendido y universal como hacerse el ingenuo, despertó en los investigadores la curiosidad por averiguar si era algo exclusivamente humano o tenía raíces evolutivas que involucraban a nuestros antepasados.
EL CASO DE LOS MACACOS
Con esta idea en mente, en 1999, los doctores Christine Drea y Kim Wallen, de la Universidad de Emory, Atlanta, se dedicaron a estudiar la conducta social de los monos macaco rhesus, usando 55 ejemplares. Al someterlos a pruebas de aprendizaje, todos lograron sus metas, sin mayores problemas.
Luego, al tener que demostrar su nuevo conocimiento, cuando los monos se encontraban entre pares, todo andaba bien. Pero cuando había un mono de jerarquía superior presente, los de nivel inferior actuaban como si estuvieran desorientados, sin demostrar lo que sabían. Según los investigadores, como se trataba de una situación en que no había conductas agresivas, ellos creen que se produce una inhibición voluntaria, por el hecho de que están en presencia de un caudillo.
Esto sería una prueba de que fingir ignorancia o inocencia es un arma de sobrevivencia con una larga historia evolutiva, que es usada en forma transversal.
Y aunque todos jugamos el papel de ingenuos en determinadas circunstancias, las mujeres tienen la impresión de que los hombres la usan mucho en su vida de pareja.
Los sicólogos, en tanto, aseguran que las mujeres son más experimentadas con esta táctica, ya que han estado subordinadas socialmente por mucho tiempo.
Esta es la manera con que ellas han logrado que se las considere en las decisiones que toman los hombres. “Debido a los estereotipos sobre mujeres y hombres, ellas están en desventaja cuando intentan influir en los demás”, dijo a La Tercera la sicóloga social Linda Carli, del Wellesley College, en Massachusetts, y autoridad en el tema de influencia social.
Según afirma, varios estudios internacionales demuestran que en sus trabajos las mujeres son vistas como menos competentes y todos esperan que ellas, además, sean cálidas, acogedoras y agradables. Por esto, “hacerse la tonta les permite mostrarse débiles, poco capaces y así no representan ninguna amenaza para los hombres. Cuando ellos las ven así, están más dispuestos a escucharlas y cambiar de opinión”, explica Carli.
Por el contrario, cuando la mujer se muestra capaz y asertiva es casi seguro que será rechazada por los hombres. En cambio, las demás mujeres confiarán en ella y no así en la que se hace la ingenua, que es dejada a un lado porque la ven como una simple manipuladora.
¿OTRA ÉPOCA?
Y si bien los tiempos parecen haber cambiado y hoy las mujeres han aumentado su presencia en el mundo laboral -en EE.UU. son mayoría después de la crisis- y su competencia es reconocida en casi todas las profesiones, lo estereotipos siguen vigentes.
Un estudio con 229 estudiantes de sicología en EE.UU., hecho en 2001, demostró que ellos asocian a sus compañeras más indecisas e inseguras con ser menos capaces y con menos conocimiento, “pero también las describen como más confiables”, dice Carli, quien dirigió esta investigación.
Esto explicaría la dificultad de la promoción de mujeres a puestos de liderazgo y por qué los cargos gerenciales siguen estando hasta hoy, mayoritariamente, en manos de varones.
Pero los expertos advierten que estos comportamientos son inconscientes, atávicos, lo que se habría demostrado con el experimento de los macacos. Es decir, quien lo hace no se da cuenta de que está actuando como ingenuo(a) ni que subestiman sus propias capacidades.
Pero no todo es un asunto de jerarquías. A veces, el que está en una posición de superioridad, también utiliza este recurso. Es lo que hacen intuitivamente los padres con sus hijos, cuando se da un momento de intimidad. Si el niño o la niña está compartiendo algo confidencial, el adulto actúa como un amigo, ya que hacer una observación de padre o madre destruiría ese momento de confianza. Algo que es casi imposible de reparar y para lo cual no se conoce una herramienta evolutiva que pueda hacerlo.
Cómo fingir ser “tonto”
En www.ehow.com, se advierte que la única recompensa al trabajo bien hecho es más trabajo. Y la única forma de evitar este “premio”, según este sitio, es simular que uno no es capaz. Esta es la manera de que los demás eviten darnos trabajo o que no se molesten si hemos cometido errores. Aquí los pasos para hacerse el tonto:
1. Mantenga sus ojos bien abiertos todo el tiempo, alternando entre una leve sensación de pánico y una felicidad infantil.
2. Deje caer cosas una o dos veces al día. Papeles, carpetas o lápices, por ejemplo. No se recomienda con el café o algo de vidrio.
3. Haga un esfuerzo por chocar “accidentalmente” contra una pared, una puerta o un poste. Pero cuidadosamente, para que no se haga daño.
4. Cuando le entreguen en sus manos algo que requiere trabajo, como documentos, formularios, etc., dele vueltas en sus manos lentamente. Por último, diríjase hacia la persona que se los entregó, mostrando confusión en su mirada. Si puede hacer temblar levemente sus labios, mejor aún.
5. Elija una cosa específica y hágala en forma errónea permanentemente. Por ejemplo: si a su jefe le gusta el café con crema y azúcar, sírvaselo negro, sin nada.
6. Nunca recuerde el nombre correcto de los demás. Llame Manuel a Daniel, Elcira a Elvira, Moria a Gloria o lo que se le ocurra.
7. Si alguien le hace una pregunta cualquiera, incline su oreja derecha hacia su hombro derecho lentamente y entrecierre sus ojos, como si en verdad estuviera tratando de entender.
Importante: Siempre sea amigable y agradable. A nadie le gusta alguien tonto y desagradable.
Una vez que comience su actuación, no puede abandonarla hasta que salga del trabajo o de la presencia de la gente con quien estaba.
Fuente: Sebastián Urbina - latercera.com