Mauricio Vincent, El País
Yoani Sánchez, creadora de un 'blog' contestatario, busca "abrir grietas" en el muro castrista. Comemos en El Aljibe, restaurante criollo que sirve pollo en salsa, arroz, frijoles, plátano frito y ensalada, a 10 euros el menú, aproximadamente la mitad del sueldo de un académico. "¡Imagínate! ¡Vengo aquí por primera vez!". Los frijoles negros le encantan, pero, confiesa, "no fue por nostalgia" que regresó a Cuba.
Su historia no es común. Está casada con el periodista Reynaldo Escobar, y su hijo Teo es un ciclón de 12 años. "La de mis padres fue la generación del desencanto, la mía es la del cinismo y la de Teo trae la doble moral codificada genéticamente". Yoani estudió Filología Hispánica. "Éramos unos veinte en el aula. De aquel grupo quedamos en Cuba menos de la mitad.
Yoani y Teo también emigraron a Suiza, pero decidieron regresar. La vida fuera de Cuba fue más dura de lo que creían, y la reunificación con su esposo resultó imposible. "Pero volver fue un problema. Como las autoridades nos consideraban quedados sólo podíamos entrar de turistas". En un viaje familiar, hace tres años, rompió el pasaporte y se presentó en Inmigración. "Tremenda sorpresa cuando me dijeron: 'Pida el último en la cola de los que regresan".
En marzo, poco después de un plante de intelectuales conocido como la guerra de los e-mails, Yoani creó Generación Y, su blog. "Aquella protesta fue importante: por primera vez un dedo acusador señaló directamente al poder, y demostró que Internet era un soporte incontrolable". Generación Y comenzó como una "terapia personal", después de que no le resultaran "el silencio ni la evasión". "Hice yoga, practiqué taichi y hasta probé con el gimnasio, pero nada". Poco a poco, colgar en la Red sus "desencantadas viñetas de la realidad" se convirtió en una razón para existir, en un pequeño piolet "para tumbar los muros" y edificar el país en el que le gustaría vivir.
Pide una botella de ron Havana Club. En la etiqueta dice "Bienvenido a Cuba". "¡Compadre! ¡Cómo que bienvenido a Cuba, si ya estamos aquí!". Se confiesa pesimista. "Este sistema está agotado; ha demostrado su imposibilidad de proveernos si no de sueños, al menos de realidades concretas mínimamente reconfortantes".
Irse no es una opción, pues ya ha regresado: "La vida no está en otra parte, está en otra Cuba".
Yoani Sánchez, creadora de un 'blog' contestatario, busca "abrir grietas" en el muro castrista. Comemos en El Aljibe, restaurante criollo que sirve pollo en salsa, arroz, frijoles, plátano frito y ensalada, a 10 euros el menú, aproximadamente la mitad del sueldo de un académico. "¡Imagínate! ¡Vengo aquí por primera vez!". Los frijoles negros le encantan, pero, confiesa, "no fue por nostalgia" que regresó a Cuba.
Su historia no es común. Está casada con el periodista Reynaldo Escobar, y su hijo Teo es un ciclón de 12 años. "La de mis padres fue la generación del desencanto, la mía es la del cinismo y la de Teo trae la doble moral codificada genéticamente". Yoani estudió Filología Hispánica. "Éramos unos veinte en el aula. De aquel grupo quedamos en Cuba menos de la mitad.
Yoani y Teo también emigraron a Suiza, pero decidieron regresar. La vida fuera de Cuba fue más dura de lo que creían, y la reunificación con su esposo resultó imposible. "Pero volver fue un problema. Como las autoridades nos consideraban quedados sólo podíamos entrar de turistas". En un viaje familiar, hace tres años, rompió el pasaporte y se presentó en Inmigración. "Tremenda sorpresa cuando me dijeron: 'Pida el último en la cola de los que regresan".
En marzo, poco después de un plante de intelectuales conocido como la guerra de los e-mails, Yoani creó Generación Y, su blog. "Aquella protesta fue importante: por primera vez un dedo acusador señaló directamente al poder, y demostró que Internet era un soporte incontrolable". Generación Y comenzó como una "terapia personal", después de que no le resultaran "el silencio ni la evasión". "Hice yoga, practiqué taichi y hasta probé con el gimnasio, pero nada". Poco a poco, colgar en la Red sus "desencantadas viñetas de la realidad" se convirtió en una razón para existir, en un pequeño piolet "para tumbar los muros" y edificar el país en el que le gustaría vivir.
Pide una botella de ron Havana Club. En la etiqueta dice "Bienvenido a Cuba". "¡Compadre! ¡Cómo que bienvenido a Cuba, si ya estamos aquí!". Se confiesa pesimista. "Este sistema está agotado; ha demostrado su imposibilidad de proveernos si no de sueños, al menos de realidades concretas mínimamente reconfortantes".
Irse no es una opción, pues ya ha regresado: "La vida no está en otra parte, está en otra Cuba".
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