martes, 26 de mayo de 2009

Este pueblo fue "vergatario"


Francisco Alarcón



Aunque no condesciendo con este vocablo para el uso generalizado, ahora de moda porque Chávez quiere que sea así. Cuando le hicieron la crítica en medios internacionales al teléfono nada vergatario, nuestro Presidente “analizó” la acepción de la palabra y omitió intencionalmente su uso vulgar tal como establece el DRAE: adj. vulg. Ven.


Así, quiso engañar a sus cautivos e ignorantes seguidores, quienes celebraron con regocijo la forma “penetrante” como maneja el leguaje el Presi. Con frecuencia pertinaz, los servidores de este régimen se dedican a destrozar el idioma, haciendo galas de sus malos usos, llamando bolsa, cabrón y más, a cualquier ciudadano indemne y en desventaja ante la ley, ante el uso de armas y guardaespaldas, por el sólo hecho de hacer sus comentarios públicos.


Es a un pueblo humillado y aterido durante años, al que le dirigen actualmente sus improperios, aunque sean adeptos al oficialismo. Un pueblo que abandona casi espontáneamente su libertad, y prefiere vivir de las vindictas de la degradación social. Son tiempos nebulosos para la historia de Venezuela. Guzmán Blanco en el siglo XIX, algo hizo a pesar de disponer de los erarios oficiales como si fuesen su patrimonio personal. Pero hoy es distinto, desaparecen los reales de todos los venezolanos, sin dejar ningún vestigio de progreso, y por el camino que vamos no será precisamente el rasgo de este “proceso”, rendirle cuentas a nadie mientras esté en funciones, aunque alguna vez, sus responsables serán obligados por las leyes a hacerlo. A un pueblo que en tiempo pasados no se dejaba sojuzgar, que no soportaba imposiciones ni dimitía en sus luchas por abalorios. Pareciera que el valor se disipó, el miedo cunde y la gente prefiere encuevarse antes de enfrentar la realidad. Dos mundos andan al unísono, quienes creen que todavía Venezuela es un lugar para buenos negocios, viendo los derroches cortoplaceros, y quienes sufren las peores miserias pernoctando en las aceras y calles. Es extraño que nuestros compatriotas se conformen con tan poca cosa y renuncien a sus libertades estoicamente. Recibiendo “ayudas sociales” que en su conjunto son limosnas, los demás resultaron engaños y el país está quebrado, sufriendo de una hiperinflación con escasez de alimentos y medicinas, sin que nadie proteste, cuando esto lo estamos viendo en el día a día.


Entretanto, Chávez profundiza su cartilla “revolucionaria” impuesta por Fidel, todo va a la medida mientras ninguno o casi ninguno diga NO. Es el tiempo estelar de la “revolución”, de las purgas internas, de la erradicación de los focos opositores, del cierre de los medios de comunicación, y de persecución a todos quienes se opongan a su proyecto totalitario.


Como lo hemos dicho repetidas veces, la Asamblea Nacional no cesará hasta no haber revertido los resultados del 2D.


Pareciera que ante esta gran tragedia, el venezolano se conforma con un teléfono celular infamemente denominado “el vergatario”. Así, alcanzamos a las puertas del infierno tras diez años perdidos y con una nación arrasada. Cuando se acentúe la recesión económica, saldrá El Gendarme y su séquito a decir que todo es consecuencia del deterioro de la economía internacional. Ya estaremos lejos de nuestra libertad, ya no tendremos las posibilidades de expresarnos autónomamente. Seremos los esclavos de la “revolución”, condenados a sopotocientos años sin que se vislumbre una salida democrática. Habremos derrochado nuestro honor y perdido nuestros bienes por cobardes, por dejar pasar todo, por palurdos.


Sin futuro y con la mayor amargura deambularemos por las calles mostrando nuestras miserias, sin poder regresar al pasado que tanto desdeñamos en el presente. Sin una resistencia honorable, no habrá redención y se extinguirá nuestra democracia, que nos permitió dirimir civilizadamente nuestros frecuentes y profundos inconvenientes. No habrá tiempo para discutir los contratos colectivos ni los aumentos de sueldos, sin propiedad privada, pues habrá fenecido todo en un lodazal de “tranquilidad”.

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